
Hoy, los Médicos Graduados en Cuba estamos de duelo, hemos perdido a una de nuestras colegas hermanas, y ni siquiera podemos asegurar que la historia no se repetirá, porque para eso, es necesario cambiar nuestra forma de pensar y sentir al otro, replantearnos nuestra forma de relacionarnos y de ser gobernados, y nosotros hoy, ante esta urgencia constante que vive nuestra sociedad en materia de salud, nos toca estar ahí, intentando aplacar un poco el dolor y el daño que produce vivir en un país donde el dinero y la avaricia se han vuelto más importante que una vida.
En Chile, la mayoría de las muertes se producen en el sistema de salud público, que atiende al 70 % del total de la población, con sólo el 30% del universo de médicos existentes, así que las reales causas de muertes que se ocultan en infartos, diabetes, infecciones y muchos etc. son la pobreza, la discriminación y la falta de acceso oportuno a salud.
Vivimos en una sociedad que creó un muro en su visión, un muro hecho de crueldad e indolencia que no permite ver como la vida se volvió una lucha por no morir antes del tiempo que traemos para vivir. Como sociedad, estamos siendo partícipes pasivos y cómplices a la vez de la matanza de nuestra población, guiada por leyes y una forma de gobernar que nos aleja de lo sano, de lo saludable, de la vida.
Rebeka murió en Chile por ser negra, extranjera, mujer, pobre y sin contactos entre los que manejan el poder en nuestro país. No pudo ni siquiera presentarse al proceso de revalidación porque no tenía visa para hacer el proceso. Ella era médica, graduada de un país lleno de extranjeros, de negros, pobres y mujeres libres de decidir sobre su útero. Cuba le dio una nueva vida al darle la posibilidad de estudiar medicina, y Chile se la quitó, sin siquiera permitirle mostrar su calidad profesional.
Rebeka viene a mostrarnos de la forma más dolorosa y pagando con su vida, que en Chile estamos viviendo la más grande de las crisis, estamos perdiendo nuestra calidad de seres humanos, al excluir de nosotros la empatía, la solidaridad y el respeto y cuidado de la vida.
Cuba nos educó para “ser guardianes de los más preciado que tiene el ser humano: la vida”, es por eso que nuestra hermana, aún sin poder iniciar el proceso de revalidación, se dedicó a ser voluntaria de la cruz roja. ¿Qué mejor prueba de su calidad humana y profesional? . En sus 5 años de estadía en nuestro país se dedicó a ayudar a los más necesitados de nuestra sociedad, y sólo podemos decir, que nuestro enfermo sistema la mató.
Como profesionales de la salud, hacemos un llamado a nuestra sociedad a despertar, ya que Rebeka nos mostró que aunque en nuestro país existan personas que se definan "provida", ellos no alzarán su voz por una mujer que sea pobre, extranjera, y negra, aunque al morir, muera con ella, otra vida en su vientre.
Hoy es Rebeka, pero mañana puede ser cualquier otra mujer, madre, hermana, o hija, y lo más terrible que debemos evitar, es que muertes como la de Rebeka se vuelvan cotidianas, a tal punto que ya no nos duelan ni asombren.